miércoles, 29 de agosto de 2007

Que lata....

Tengo un Word abierto desde hace dos horas, sin nada escrito. Fragmentos de ideas rondan mi cabeza; diálogos, encuentros, canciones, risas y penas. Pero ninguna da frutos, ninguna me inspira.
Poco se puede hacer cuando se tiene la cabeza vacía, escribir por obligación se hace más difícil de lo que pensaba. ¿Será que las ideas se me están escapando? Que ganas de poder resumir aquí nuestra historia, pero no puedo seguir escribiendo autobiografías, tengo que crecer en eso.
Ahora el Word tiene algunas palabras en su interior, aun sin sentido, pero que me ayudan a soltar la mano y abrir la mente a una futura inspiración divina.
Escribir es un proceso complejo cuando tratas de inventar una idea perfecta, porque la vida no es así realmente, las historias no son del todo felices, las anécdotas no son del todo graciosas, y la pena de uno puede ser la dicha de otro. Es todo tan subjetivo.

lunes, 27 de agosto de 2007

TANTO TIEMPO!!

A veces me pasan cosas así, me aburro por un tiempo y luego vuelvo a retomar... No sé cuanto me dure la inspiracion esta vez, pero voy a tratar de hacerla durar... Ok, dejo aquí un cuentito que escribi para mi primer trabajo de introduccion a la narracion (ramo de triple G), NO ES EL BORRADOR CORREGIDO, porque ese lo imprimí y no lo guardé. Pero son detalles... Traten de leerlo como "corriente de la conciencia".... ojalá les guste.


Se titula, "Sueño profundo"

Abrí los ojos a su lado, lo miré por unos minutos. Le di un beso en la mejilla y me levanté para salir por la ventana hacia la terraza, el inmenso mar me entregaba calma y quietud y el sol de las doce calor y vida. Me acosté en el suelo, cerré los ojos y comencé mi viaje acompañada de la melodía que salía por los audífonos de mi MP3. Estaba en calma, plena, no necesitaba nada.

Mi respiración, se hacía cada vez más fuerte, y me llevaba lentamente a un estado de somnolencia e inconsciencia, que comenzó a absorberme en cuerpo y mente.

Siguiendo el ritmo de mi respiración, y sin poder escuchar la música, mis pies comenzaron a dormirse, mis dedos perdieron todo movimiento y sensibilidad al viento frío que pasaba entre ellos. Los había perdido.

Lo mismo pasó lentamente con mis pantorrillas, rodillas y muslos. Mis caderas se relajaron lentamente, haciendo olvidar a mis piernas la estabilidad que debían brindarme, volviéndose poco a poco más pesadas e inmóviles; se volvieron madera vieja y crujiente de la terraza. Mientras el sol las iluminaba y calentaba impidiéndole al viento hacerse presente. Mi torso siguió después. Mi espalda ya no se movía en lo absoluto y mis costillas no dejaban espacio a mis pulmones para tomar aire. No me importaba. No lo necesitaba.

Luego siguieron mis brazos, mis manos y mi cuello que cedieron al letargo del resto de mi cuerpo sin demora. Por último y de a poco mi cabeza dejó de funcionar. Ya no sentía el aire puro que entraba por mi nariz, tampoco sentía el calor sobre mis mejillas ni el sonido de la música, las ideas se hacían escasas y el negro dominó mi mente.

Se despertó y caminó a la terraza durante mi transe, me miró y sentó junto a mi cuerpo inerte. Me tocó la mano suavemente y volví a sentir. El aire fresco entró nuevamente por mi nariz, mis pulmones se inflaron y mis ojos se abrieron para verlo. “¿Estabas durmiendo?”, “Sí, mi amor, durmiendo”.




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Dani Pezzani C.